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lunes, 20 de febrero de 2012

Ella era mía...

No fue como lo esperaba, tampoco sabría decir si fue mejor. Había imaginado muchas veces escenas parecidas en una discoteca, era una de mis mejores fantasías pero no ocurrió allí, aunque el local era bastante parecido.
Yo nunca había ido a un pub de chicas, entré casi con miedo y me senté en la barra. Huía las miradas, me preguntaba qué estaba haciendo allí, pero no quería irme. Tampoco, pensé, tenía que haber acudido sola. Dejé la barra y me senté en uno de los bancos de piedra que daban a la pista bajando la vista al pasar por ella. Siempre nos imaginamos a la mujer perfecta …….. ella no lo era. Debía ser alta, algo desgarbada y aunque no era fea tampoco era una belleza. Tenía algo de inconformista.
Se sentó a mi lado y tan sólo rozó su mano con la mía al apoyarla en el banco. Miré de reojo pero ella no miraba, tenía la vista fija en la pista de baile. Extendió el dedo meñique y quedó encima del mío. El corazón me latía rápido, iba a ser mi primera vez.

Cuando quise darme cuenta nuestros dedos estaban casi enlazados. Pensaba yo si sería demasiado tarde para dar marcha atrás, cuando agarrando más firmemente mi mano se levantó y me llevo al extremo del banco donde la esquina con la pared del baño estaba alumbrada apenas por luces parpadeantes. Aún nos quedamos así un rato…. ¿sabría acaso lo que me estaba costando aquello? Volvió la cabeza y me dio un beso en el hombro, me giré y el siguiente fue a los labios. Me estuve quieta, me miró y volvió a repetirlo una segunda vez, y una más. A la tercera mi lengua rozó sus labios y un momento después nos estábamos besando. Fui consciente cuando su mano se posó en mi pecho, sólo se posó y esperó una reacción. Puse mi mano en su pierna y mis dedos la acariciaron sin atreverme aun a mover la mano. Ella me iba indicando el paso siguiente. Fue suave. Su mano acarició mi pecho y la mía subió despacio mientras saboreaba su boca. Pasé de largo por su cadera para tocar los suyos. Casi no sentía, o lo sentía todo, no lo sé. Quería notar su tacto a través de su ropa, era mi fantasía y aunque ella me indicase era mía y quería disfrutarla a tope. Mis dedos empezaron a rebuscar entre los pocos botones de su camiseta, sentía la curva de su pecho duro pero no podía alcanzarlo así que sacaba la mano para notar su redondez y volvía a intentar tocarlo. Baje mi mano para buscar el borde de la camiseta – malditos petos – Cuando la encontré no tuve prisa, sentí la suave piel de su cintura y como de pronto se le erizó el vello. Eso me gustó, yo también era capaz de hacer sentir y quería hacerlo. Me senté cara a ella, sobre su regazo y suponiéndome amparada por la oscuridad le subí la camiseta de forma que pudiera acariciarlos …….. ¡que suaves, que tersos, que deseados!. Dejé sus labios tan cerca de los míos para besar su cuello y el comienzo de sus pechos. ¡Cómo me hubiese gustado seguir bajando! Mis manos se escurrieron por su espalda y bajaron por ella mientras yo exponía mi cuello para que lo besase. Sentí sus manos entre mis piernas, una a cada lado resbalando por ellas hacia dentro, debajo de mi falda, justo al borde de mis bragas. En ese momento sentí vergüenza, no quise abrir los ojos y volví a meter mi cara en su cuello, besándolo, devorándolo …. que mirasen, me daba igual. Sus manos ya habían llegado a mí y buscaban, no sé si mi clítoris o mi vagina, pero buscaban y me gustaba cómo lo hacían. Creo que empecé a perder la conciencia de mi misma. Estaba demasiado excitada para darme cuenta de donde estábamos ni de quien miraba. Mis manos buscaron también su clítoris entre la pernera del peto corto, directas, pero no llegaban. Las únicas palabras que salieron de su boca en todo momento fueron en ese instante – relájate, dijo – y casi con un bufido recobré el control. Me deje llevar, enredé mis dedos en su pelo y sentí como movía sus manos, mi boca se acercaba a la suya sin besarla, quería que supiese como me sentía, que notase mi respiración, que cada vez me costaba más contener el aire. Gemí junto a su oído con cada espasmo y mis manos resbalaron de su cabeza al tiempo que mojaba su mano. Me sentí agradecida y serena, la besé y al hacerlo noté su excitación, su mano estaba ahora húmeda en mi cara, urgentes sus labios, casi podía notar como palpitaba su cuello cuando me acerque morderlo. La hice cambiar de postura. Ahora fui yo la que me senté en el banco y ella encima de mi, pero mirando al lado contrario. Mi mano se deslizo por el peto hacia su barriga, amparada por la oscuridad y la tela – benditos petos – mientras con la otra le sostenía la cabeza hacia atrás,sujeta por el cuello le besaba la boca y dejaba sentir mis jadeos en su oido, bajaba mi mano para acariciarle los pechos mientras los dedos de la otra sondeaban primero su clítoris, luego los labios que tanto me hubiese gustado besar y después su sexo. Era mía. La exploraban, se escurrían como un pez, entraban y salían mientras la besaba y vigilaba la pista. Alguna mirada rápida e indiscreta pero nada más. Tampoco me importaba. La acaricié frenéticamente, le estruje los pechos, me hundí en ella, salía, volvía a acariciarla y me volvía a hundir. Le mordí los labios mientras se corría en mi mano. Sentí como su vagina se contraía …. ¡Dios, como me gustó! Me obligue a relajarme para no excitarme otra vez.

Quedó sentada sobre mi, con la cabeza caída hacia atrás mientras yo le besaba el hombro. Aun me llegaba su aroma. No fue hasta un buen rato después que bajo de mis rodillas para sentarse a mi lado, darme un beso y volver a mirar la pista con una sonrisa en la boca. No le pregunté nada ni nada me dijo. Sólo me levanté, la volví a besar, esta vez sin urgencia ni deseo, puro agradecimiento. Me di la vuelta y me fui, contenta de haber entrado allí y con la esperanza de repetirlo de nuevo.


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